martes, 4 de noviembre de 2014

La sirenita del ojo de agua

Hace mucho tiempo, en las siestas calurosas del verano solía escucharse una música armoniosa acompañada del dulce canto llegada con la brisa que movía las cortaderas y se expandía por el pueblo.

Recostados bajo los sauces, niños y jóvenes disfrutaban de estos sones, cautivados por la belleza de esas notas que los envolvían en un estado de ensoñación. ¿Quién cantaba en ese rincón donde nacían las aguas? ¿De quién era esa voz que vestía de magia al paisaje y ahondaba en el alma de la gente? Cada vez que  alguien se acercaba al lugar donde estaban las melodías estas se apagaban.

Un día unos muchachos reunidos en lo alto de un terreno se sintieron atraídos por la dulzura de su canto, se asomaron intrigados y divisaron en las orillas de un ojo de agua un ser fantástico y adorable, cuya figura los encandiló al instante y aceleró su pulso: era una hermosa sirenita de ondulante cabello rubio y de escamada cola de plata. Cuando la cantante parpadeó y sorprendió la mirada de admiración de los jóvenes, desapareció como un espejismo en el cristal de la corriente.

Nunca más se la volvió a escuchar. Desde entonces, en Saujil de Tinogasta, los moradores recomiendan a los enamorados no dejarse atrapar por el canto de la sirena, que es bella, efímera e imaginaria.

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